
  Pensar con todos por la vida,
Trabajar con todos por el  Ambiente. 
Fundacion Colombiana Para la Educación Ambiental y el Ecodesarrollo

Sobre Nosotros
CARLOS SANTADER BRID: DIRECTOR GENERAL - JAVIER SANTANDER MATTA : FUNDADOR
"Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla
mientras el género humano no la escucha."
Victor Hugo
La Fundación ECOTERRA es una organización no gubernamental, dedicada a la formación, Capacitación y Práctica ambiental. Organiza cursos, seminarios, talleres y foros sobre desarrollo humano sostenible.
Como institución privada, reconocida por el Ministerio de Educación Nacional de Colombia desde septiembre de 1982, trabaja por un mundo ambientalmente sano, con su lema: !Pensar por la vida... Trabajar por el Ambiente!
La Fundación ECOTERRA Construye el programa Desarrollo Humano Sostenible mediante Educación y Capacitación Ambiental, para formación de líderes, jóvenes, educadores y campesinos. Promueve el uso, evalúa y coopera en la adaptación de eco tecnologías para el desarrollo rural.
El Futuro Suena Bien
"PENSAR POR LA VIDA... TRABAJAR POR EL AMBIENTE"
Enseñando en Armonía
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Javier Santander
Reflexiones
ECORDANDO AL CAPITAN JACQUES COUSTEAU
En abril de 1982 celebramos el 10 aniversario de la Conferencia de Estocolmo sobre el Medio Humano y el pensamiento de Jacques Cousteau fue principal protagonista. En el Centro de Convenciones repleto de jóvenes y neo ecologistas Cousteau afirmó “Los peligros ambientales son muchos, pero si fuésemos llamados a colocar los más evidentes y los que más peligros encierran, me atrevo a decir que el primero de todos sería el aumento de bióxido de carbono en la atmósfera. El segundo peligro consiste en liberar carbonos en la atmósfera, lo cual destruye la capa de ozono protectora, y en pocos años, en pocos lustros diríamos podría generalizarse el cáncer de la piel en la humanidad.” Proféticamente, en la segunda Cumbre sobre la tierra que se celebra por estos días, estos dos aspectos conforman las mayores preocupaciones ambientales de la humanidad y son objeto del debate científico mundial.
Sin embargo, desde la década del cincuenta, Cousteau comenzó “a despertar a la opinión pública mediante la prensa, la radio, la televisión, hasta lograr detener el proyecto del Gobierno Francés de vertimiento de desperdicios nucleares en el Mediterráneo”.
Como ocurre hoy, este líder ambiental fue investigado en su organización privada sobre los haberes del Instituto Oceanográfico del cual era director. “Gracias a Dios, se trataba de una Institución privada en la cual el gobierno no tenía ninguna injerencia, dice Cousteau. Resulta muy interesante observar cuales son los métodos de algunos gobiernos cuando las personas plantean ciertos temas a título individual”.
Meos y Julián Huxley, con su libro Club for Survival según relata Cousteau, dieron origen a su dedicación en cuestiones ambientales y de ahí resultó su preocupación sobre la disminución de la flora y la fauna marinas en el Mediterráneo y en los océanos del mundo. Aunque participó en la Alta Comisión del Medio Ambiente de Francia y contribuyó a preparar proyectos para presentar ante la Conferencia de Estocolmo, Cousteau renunció porque el Ministerio de Relaciones Exteriores impuso veto prohibiendo cualquier alusión a temas nucleares, alegando que podría resultar perjudicial para el programa nuclear de Francia.
“Mediante esta renuncia yo había solucionado para mí mismo el dilema: La razón de estado frente a la lógica a nivel individual. Me había sido necesario enfrentarme a una decisión igualmente ardua durante la guerra. Yo era un oficial disciplinado, había sido adiestrado para recibir instrucciones y acatarlas, cualesquiera que fueran y como miembro del Ejército y las Fuerzas Militares, el general De Gaulle nos pidió que opusiéramos resistencia a nuestro propio gobierno, durante la ocupación de nuestra patria por los nazis, y me enseñó que la conciencia individual tiene que permanecer intacta, tiene que prevalecer sobre las leyes sociales y aún sobre las leyes militares. Me sumé al movimiento de resistencia y fue entonces, bajo la ocupación de nuestro suelo patrio por los invasores alemanes, cuando medité sobre el tratado de desobediencia civil de Thoreau”.
Cousteau fue un pionero, abrió el camino, se enfrentó, amplió ideas y generó dilemas. Luchó en la guerra y se opuso profundamente al uso de las armas especialmente las nucleares, cuyo peligro lo colocaba por encima de cualquier otra consideración. La pobreza de los habitantes del tercer mundo es una bomba de tiempo para Cousteau y la exploración de los océanos y ríos fue uno de los fundamentos de su paso por este mundo. Las investigaciones, publicaciones, películas, conferencias, que Cousteau produjo sobre este planeta azul figuran como consulta obligatoria en todas las bibliotecas del mundo, y han divulgado el peligro y las soluciones sobre el agua terrestre en las academias, universidades, escuelas y medios de comunicación. Investigó el Mar Negro, el Mediterráneo, la Antártida, la Amazonia, el Mar del Sur, el Atlántico, el Pacífico, el Caribe.
La segunda ocasión que estuvo en Colombia fue para coordinar con el Gobierno, el Inderena y las Instituciones No Gubernamentales la expedición sobre el Amazonas. Visitó Leticia y dirigió desde el Calipso y el Instituto Oceanográfico de Mónaco una de las investigaciones más importantes sobre el mayor río del mundo, de la cual resultaron una docena de películas y muchos volúmenes de información científica, que desafortunadamente se han divulgado poco en Colombia y que son registros de obligatoria consulta para cualquier decisión ambiental que se tome en relación con el ecosistema amazónico.
Esta expedición brindó la oportunidad a varios investigadores colombianos de participar en una investigación única, con equipos exclusivos desconocidos en el país, un grupo humano interdisciplinario que formaba parte del Calipso y unas técnicas de investigación que por primera vez se utilizaban en nuestro continente, dirigidos por el científico Jacques Constans, quién ha sido el aliado y compañero de Cousteau en la mayoría de sus hazañas científicas.
Cousteau amaba los mares y fue su redescubridor moderno. Como ser excepcional también amaba a los niños. El día anterior a su salida de Colombia tuvo la gentileza de invitar exclusivamente a los hijos de quienes de alguna manera compartimos con su equipo la expedición amazónica. Desayunó con nuestros hijos en el antiguo Hotel Hilton, les contó anécdotas de su vida, les regaló fotos y documentos autografiados y les dio una lección de humildad y cariño, a un grupo de niños emocionados y asombrados de encontrarse personalmente con este personaje que conocían de tiempo atrás en la televisión.
Jacques Cousteau es un patrimonio de la humanidad y Colombia debe reconocer su permanencia en el pensamiento ambiental, porque algunas de sus ideas, que son ahora parte de la cultura ambiental moderna, fueron propuestas en nuestro país y una de sus investigaciones más importantes, La Expedición Amazónica, la realizó en nuestro territorio con la cooperación de profesionales e instituciones colombianas.
Cousteau y Constans son miembros honorarios de ECOTERRA desde 1982.
Jacques Cousteau es un ser a quien la humanidad siempre tendrá que darle gracias.
Javier Santander M. Fundación ECOTERRA
IMPACTO AMBIENTAL DE LA GUERRA CONTRA EL PETROLEO
Por: Javier Santander M. Fundación ECOTERRA.
Colombia ha realizado un importante esfuerzo para explotar y exportar uno de sus recursos naturales estratégicos para el desarrollo mundial. Nuestra infraestructura petrolera es una de las más costosas y la tarea de transportar crudos desde su origen hasta los puertos de exportación nos coloca prácticamente en el primer mundo. El petróleo es un patrimonio escaso y excepcional que forma parte de la inmensa riqueza natural colombiana. La contaminación de lugares naturales o urbanizados debido a la actividad industrial, al vertido incontrolado de residuos contaminantes o los accidentes en el transporte de sustancias peligrosas constituye un motivo de preocupación en el mundo moderno.
La guerra es un enemigo del medio ambiente. De hecho una confrontación nuclear sería más desastrosa para la biosfera que todos los demás aspectos analizados como posibles fuentes de destrucción del planeta. De eso no hay duda ni incertidumbre. No solamente deja muerte humana, lisiados, huérfanos, viudas, sino que es uno de los factores de mayor impacto negativo sobre los ecosistemas. Lo que ocurre es que la guerra únicamente la analizamos desde puntos de vista geopolíticos, económicos y militares dejando de lado el ambiente, que también es su víctima.
El PNUMA en uno de sus informes se aproximó a revisar los inmensos daños que la fabricación de armas y la guerra moderna han afectado el medio ambiente mundial, tomando como ejemplo Vietnam y Corea.
Aunque la valoración es imprecisa y los efectos aún no han sido controlados ni reparados, la pérdida en bosques destruidos, especies vegetales y animales erradicadas, cuencas hidrográficas deterioradas, suelos perdidos y desertificados, son incontables. El delta del Mekong, una cuenca tropical húmeda, víctima de la guerra quizás tarde otros 100 años para recuperarse.
En Colombia nuestro mejor patrimonio, el medio natural, también es víctima de la guerra. Desgraciadamente un recurso valioso como el petróleo, convertido en factor de guerra, no ha logrado generar riqueza y seguridad a la nación sino agregarle problemas ambientales. Es la contradicción. Un recurso mal usado impacta contra los demás recursos. En este caso la naturaleza contra la naturaleza por acción de la guerra hecha por el hombre. Este proceso ha colocado a Colombia al frente de otra paradoja: somos el único país del mundo que usamos un recurso costoso y escaso, como estrategia de guerra.
Es como si los norafricanos que viven en el desierto, salinizaran más sus escasas tierras que les permiten sobrevivir con la menor cantidad de proteína que un ser humano necesita, para ganar un espacio político en la aridez o para imponer una ideología en medio de la penuria. O como si los primates, nuestros más cercanos antecesores, en lugar de consumir alimentos en la cúpula de los árboles, para evitar que sus enemigos les compitan, se pelearan sin necesidad, con los demás habitantes del bosque que viven en otros estratos para encontrar el alimento.
No eso no lo hacen los demás seres: eso nos ha correspondido únicamente a los humanos, sin saber a ciencia cierta por qué lo hacemos.
No sólo somos los más violentos con nosotros mismos sino que nos hemos ganado el estigma de ser los más violentos contra nuestro medio ambiente. Y eso ya es demasiado para todos. Porque los derrames de crudo afectan los suelos, el subsuelo, la vegetación, las aguas, el paisaje, la fauna, las condiciones hidrogeológicas, cultivos, vivienda, es decir, todo lo que conforma el entorno. Y no estamos preparados ni técnica ni legal ni institucionalmente para afrontar ni caracterizar dicha contaminación. No hemos desarrollado una estrategia de recuperación para atajar esa contaminación. Ni hemos calculado el costo ambiental de la misma a largo plazo. Es una deuda que se agrega a las generaciones futuras, sin que tengan nada que ver con nuestras confrontaciones absurdas de hoy.
La eliminación de la contaminación del lecho de los ríos plantea problemas complejos que requiere trabajos de fondo y costosos: qué está pasando con las aguas subterráneas de la Amazonia y la Orinoquia como consecuencia del manejo de los derrames de petróleo crudo por cuenta de la guerra? Ojos que no ven, corazón que no siente, decían nuestros abuelos. Y eso es esconder este problema y no confrontarlo en toda su dimensión.
Los sistemas de almacenamiento de derivados del petróleo no se han modificado prácticamente en los últimos 60 años, según J.A.Thompson, Inspector Principal de Petróleos de Londres. En la industria de derivados del petróleo se ha realizado un considerable progreso en el desarrollo de instalaciones de superficie, pero el dinero invertido en los depósitos subterráneos es mínimo dice el PNUMA, Industrie and Environment pag.27.Vol.16 No.3.
Aunque la industria ha modificado su estrategia para salvaguardar el medio ambiente, estimulada más por la legislación ambiental que por la necesidad del recurso, no se explica la razón o razones para ir contra el petróleo y usarlo como arma de guerra. Si hasta ahora el petróleo únicamente servía para mover tanques, barcos, aviones de guerra, en Colombia nos inventamos derramar y quemar el crudo para contaminar, degradar el ecosistema, como método de guerra contra una nación que no ha caído en cuenta qué tan vulnerables somos a los conflictos y no reaccionamos de alguna forma en vista de que el planteamiento de esta guerra es incompleto y sesgado.
La acumulación gradual de crudo en el medio ambiente no implica solo efectos inmediatos o evidentes, como el incendio del recurso, de la vegetación aledaña, la degeneración del paisaje o la rotura del oleoducto.
La saturación trae cambio en las condiciones ambientales de la zona y de áreas de influencia a muchos kilómetros de distancia. De manera que el problema no es solo para los araucanos o putumayenses, es posible que los brasileños en algún momento deban pagar el costo sanitario y ambiental de nuestra guerra del petróleo.
Eso es lo que se denomina ahora como “metabolismo industrial “, un instrumento de análisis que describe los flujos de sustancias a través de los procesos productivos y entre éstos y el medio ambiente. Algunos resultados muestran que, ejemplo, si bien los derrames de petróleo sobre una cuenca determinada se controlan, sus niveles de concentración en el suelo aumentan. Los suelos pierden capacidad para retener nutrientes porque hay cambios sustantivos en el nivel de pH. Y así continúa la cadena ecológica contaminada hasta afectar la salud humana. No solo está comprometida la salud del ambiente sino también la del hombre, parte fundamental de ese medio.
De ahí la necesidad de analizar y profundizar en el costo ecológico de la guerra contra el petróleo. Se trata de unos millones de barriles derramados. Se trata de la destrucción de una infraestructura que nos ha costado mucho dinero. Se trata de la supervivencia de nuestros ecosistemas de la Orinoquia y Amazonia, de reconocida y valiosa biodiversidad y del legado a las generaciones que aún no han nacido en nuestro país.
Eso es suficiente responsabilidad para que recapacitemos y dejemos en paz al medio ambiente.
Nos han estigmatizado por abusar contra la vida, por violar los derechos humanos, por contrabandear sustancias sicotrópicas, por incendiar buses y no hay derecho que ahora seamos conocidos por usar mal los recursos ambientales como arma de guerra. No podemos caer tan bajo, por favor.
Javier Santander M. Fundación ECOTERRA.
¡Nos encantaría saber de ti!
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